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LA SEGURIDAD DEL MANIFIESTO

Joaquín de Lapatza Benito

Vocal de la Junta del Real Club de Monteros

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL NEWSLETTER LA CARACOLA | Nº 2 | DICIEMBRE 2021


El manifiesto de la montería es sin duda el documento que mejor recoge la mayoría de las mejores practicas vinculadas a la montería. La montería es sin duda la fiesta de la caza española, y de cada uno de los participantes depende que no se transforme en una tragedia. Todo arranca al preparar con mimo una mancha, no solo pensando en optimizar los resultados, sino en la seguridad de todos: desde los que van a correr el monte y las dehesas, los postores, los monteros y sus acompañantes y los muleros hasta las especies que no son objeto de la acción de caza o a cualquier fulano que ronde por la zona, sea de manera autorizada o sin ella.

Cuando hablamos de seguridad, debemos pensar que, en cada jornada de caza, ponemos nuestra seguridad en manos de nuestros compañeros y ellos ponen la suya en las nuestras. Por tanto, la responsabilidad es de cada uno de nosotros, de cada integrante de la fiesta montera. La legislación española permite tener licencia para comprar un arma a cualquier mengano que puede no haber tocado nunca una y que seguramente no tiene ni idea de cuan peligrosa es. Es por ello por lo que, cada montero veterano tiene la obligación moral de aleccionar y enseñar las buenas prácticas a los noveles y hacer hincapié en que la vida de los compañeros depende de la seguridad con que maneje el arma. El gran montero no es aquel que tiene una gran pericia, no es aquel que tiene una gran puntería, o aquel que realiza disparos imposibles a distancias inverosímiles, se trata de aquel que respeta la caza, respeta a sus compañeros y realiza lances seguros y está siempre atento al arma antes, durante y después de cazar.


El primer y principal gran riesgo son las balas. Dice un buen amigo en cada discurso previo a la montería, que no hay balas perdidas, que siempre salen de un rifle y que ese rifle lo ha disparado alguien, y tiene mas razón que un santo. Los monteros portamos armas de fuego de potentes calibres que están diseñados para matar, y no únicamente donde alcanza la vista, sino donde decida parar esa bala por acción de la gravedad y la orografía. Además, esas balas vuelan a gran velocidad y tienen un alcance francamente largo, pero es que, al impactar contra el suelo, el agua o una piedra, rebotan, se fragmentan y continúan siendo muy peligrosas. Respetar los visos, solo disparar cuando estemos seguros de a qué disparamos y qué hay detrás o cerca del objetivo, vigilar las posturas vecinas y marcar nuestra zona de disparo, identificarnos con los vecinos y ser visibles a otros portando alguna prenda reflectante, y usar el seguro del arma siempre hasta el momento del disparo. Esta última es fundamental. Si un seguro está demasiado duro o no somos capaces de accionarlo en la maniobra de encare, es motivo mas que suficiente para cambiar de arma. Aun con el seguro puesto, es imperativo vigilar la boca del cañón y tratar el arma como si estuviera cargada. De pequeño siempre me martilleaban con la misma frase: “de una escoba salió una vez un tiro”.


El ansia de los noveles también es muy peligrosa, y siempre cabe recordar que hay que evitar disparar sobre zonas sucias donde no tenemos visibilidad, o disparos a tenazón viendo solo bicho y no pensando que el animal ha podido salir de benítez y no darnos cuenta de que podemos estar disparando en línea con nuestro vecino. Ojo también a esa ansia cuando una res o un gran guarro está acosado por los perros y podemos ponerlos en riesgo si realizamos un disparo pendenciero. La montería es la fiesta de la caza, y depende de cada uno de los participantes que no se transforme en una tragedia. Seamos precisos, seamos cautos y no hagamos trabajar horas extra a nuestros ángeles de la guarda.


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